La última edición de la revista Memorias, publicación de la Red TBS-Stop Epidemias, incluye un artículo de la miembro de Asomega y ganadora de la XXII edición de su Premio Nóvoa Santos Pilar Rodríguez Ledo, al cumplir un año como presidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Por su interés, lo reproducimos íntegramente. Su título es "Un año de acción: la SEMG y los nuevos horizontes de la Medicina de Familia".
"Hace poco más de un año, asumí la presidencia de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) con un profundo sentido de responsabilidad y una mezcla de emociones que iban desde el entusiasmo hasta el respeto. La Medicina de Familia es mi vocación, y tener la oportunidad de liderar esta organización en un momento tan crítico para nuestra profesión es un honor que no tomo a la ligera.
Este año ha sido, sin lugar a duda, uno de los más intensos de mi vida profesional. Me he enfrentado a desafíos que jamás imaginé, pero también he sido testigo de momentos de increíble fortaleza y unidad dentro de nuestra comunidad médica. Al mirar hacia atrás, veo un camino lleno de aprendizaje, en el que cada obstáculo ha sido una oportunidad para crecer y reafirmar nuestro compromiso con la Medicina de Familia y la Atención Primaria.
Los logros alcanzados son el resultado de un trabajo colectivo, donde cada miembro de la junta directiva y de la sociedad, y cada médico de familia, ha jugado un papel crucial. Juntos hemos impulsado programas de formación continua que han permitido que nuestros compañeros estén más preparados que nunca para enfrentar un entorno sanitario en constante cambio, hemos desarrollado líneas estratégicas para resaltar el enorme valor de la Medicina Rural, la importancia de la capacitación, de la retención del talento, de la docencia, de la innovación, de la investigación, de las redes colaborativas, de los proyectos compartidos, del esfuerzo de la coordinación entre distintas disciplinas y especialidades, de la necesidad de caminar juntamente con el paciente, de la importancia de la participación activa de los ciudadanos en el proceso de la salud-enfermedad. Y, más allá de las cifras y las estadísticas, lo que realmente me llena de orgullo es ver cómo hemos mantenido viva la esencia de nuestra profesión: la cercanía, la empatía y la atención integral al paciente.
Los retos han sido enormes. La pandemia de la COVID-19 nos ha puesto a prueba de maneras inimaginables y la recuperación posterior nos ha pasado factura, a la Medicina de Familia, pero también a todo el sistema sanitario. He visto cómo mis compañeros han trabajado incansablemente, enfrentando jornadas interminables, a menudo sin los recursos necesarios, pero siempre con una voluntad inquebrantable de cuidar de sus pacientes. Ha sido un tiempo de sacrificios personales, de poner en pausa nuestras propias vidas para estar ahí para los demás, no sólo durante la pandemia sino, y especialmente, ahora que la enorme falta de recursos humanos hace mella en la Atención Primaria y de forma particular en en la Medicina de Familia, sin que haya una apuesta clara, más allá de “palabras vacuas”, por afianzarla. Desde la SEMG, nos proponemos estar a la altura, ofreciendo apoyo en cada paso del camino, pero sé que el verdadero mérito recae en cada uno de los médicos que sostienen el sistema con sus hombros y esfuerzo. Debemos seguir luchando por poner en la agenda “real” de los políticos la Medicina de Familia y el sistema sanitario, porque nuestro sistema sanitario sería otro sin nuestra especialidad, y porque no es compatible un sistema accesible, equitativo, universal, sin la Medicina de Familia. Y porque las palabras no son suficientes, se necesitan acciones y sin demora, se necesitan recursos humanos, recursos económicos y organización eficiente, redefiniéndose roles y objetivos, y los médicos de familia tenemos un profundo conocimiento de nuestro sistema sanitario y somos parte de la solución. Sabemos que no es un camino fácil, pero es imprescindible recorrerlo para asegurar una asistencia satisfactoria y de calidad a nuestros pacientes y a la comunidad.
Uno de los aspectos más gratificantes de este año ha sido ser consciente del valor insustituible de la Medicina de Familia dentro del “nuevo rumbo” que precisa nuestro sistema sanitario. En medio de la innegable crisis actual, vemos cómo nuestra especialidad cobra un nuevo sentido, que aparecen nuevos elementos a analizar, que la continuidad de cuidados debe orientarnos, y que es necesario “marcar un nuevo rumbo desde la Medicina de Familia”, para seguir ofreciendo a nuestros pacientes algo más que un diagnóstico o un tratamiento, para ofrecerles un espacio de confianza, un refugio en medio de la “tormenta”.
Las demandas y expectativas de los pacientes han evolucionado. Hoy más que nunca, buscan en nosotros algo más que soluciones médicas, buscan comprensión, buscan ser escuchados, buscan implicación y compromiso.
Desde la SEMG sentimos la responsabilidad de estar a la altura de esas expectativas, de no perder de vista que, detrás de cada consulta, hay una persona que confía en nosotros, que necesita nuestra guía en un mundo que a veces parece haberse vuelto demasiado incierto, y que sólo con la Medicina de Familia liderando este proceso podemos hablar verdaderamente de una auténtica Medicina centrada en la persona, de la Medicina Personalizada.
En este sentido, la integración de nuevas tecnologías ha sido una herramienta clave, pero también ha planteado nuevos desafíos. La telemedicina, por ejemplo, nos permite conectarnos con nuestros pacientes en otros espacios que complementan los presenciales, pero también nos recuerda la importancia del contacto humano. En nuestras conversaciones, una y otra vez surge la misma preocupación: cómo asegurarnos de que la tecnología, de que la inteligencia artificial, no reemplace, sino que complemente el vínculo personal, que es el corazón de nuestra práctica.
Durante este año, hemos querido que la SEMG sea un “faro en medio de la tormenta”, y nos hemos visto en nuestro congreso nacional del pasado mes de junio “marcando el rumbo” desde Coruña. Y ahora queremos seguir navegando hacia Las Palmas, donde seguiremos “navegando con un rumbo claro”. Nos hemos propuesto no solo reaccionar ante los desafíos, sino adelantarnos a ellos, y eso ha implicado repensar nuestra estrategia, expandir nuestras redes de colaboración y, sobre todo, mantenernos fieles a nuestros valores fundamentales.
Los objetivos para el futuro son claros, pero también queremos ser ambiciosos. Queremos consolidar los avances logrados, asegurarnos de que la Medicina de Familia reciba el reconocimiento y los recursos que merece, y continuar defendiendo a nuestros profesionales en todos los frentes. Sé que liderar la SEMG no es solo dirigir una organización, sino ser parte de una comunidad, y en esa comunidad he encontrado una fuente inagotable de inspiración y fuerza.
La expansión y la colaboración han sido clave. Nunca he sentido tan fuertemente la necesidad de trabajar en conjunto con otros actores del sistema de salud. Los desafíos globales requieren soluciones colectivas y por eso hemos buscado alianzas dentro y fuera de nuestras fronteras, con profesionales sanitarios, con sociedades y entidades científicas, y con los pacientes y sus asociaciones, firmando convenios destinados a la acción, al cambio, a poner en valor la profesión y la especialidad. Cada paso hacia la colaboración ha sido un recordatorio de que, aunque el camino sea difícil, no estamos solos.
Una de las lecciones más importantes que he aprendido este año es la importancia de cuidar de quienes cuidan. Los médicos de familia siempre estamos en la primera línea, soportando una presión inmensa, y a veces me pregunto cómo es posible que sigamos adelante con tanta determinación. En mis reuniones y en mis conversaciones con compañeros, he visto el cansancio en sus ojos, pero también que la chispa de la vocación sigue encendida.
La formación continua ha sido una de nuestras prioridades, pero también lo ha sido el bienestar de nuestros profesionales. La SEMG ha trabajado para proporcionar espacios de apoyo, sabiendo que, para poder cuidar de nuestros pacientes, primero debemos cuidar de nosotros mismos. Este año me ha enseñado que el éxito no se mide solo en logros profesionales, sino en la capacidad de mantenernos fuertes, unidos y humanos en medio de la adversidad.
Para algunos, el futuro de la Medicina de Familia es incierto, y posiblemente sea así, pero para mí también está lleno de oportunidades. Este año me ha enseñado que, aunque el camino esté lleno de desafíos, también está pavimentado de esperanza. La SEMG seguirá siendo un baluarte en la defensa de nuestra especialidad, y desde la junta que presido seguiremos trabajando incansablemente para que cada médico de familia se sienta apoyado, valorado y preparado para lo que venga.
La innovación y las nuevas tendencias son esenciales, pero nunca debemos perder de vista lo que nos hace especiales, nuestra capacidad de ver al paciente como un todo, de escuchar sus miedos, expectativas y esperanzas, de estar allí cuando más nos necesitan. Esa es la esencia de la Medicina de Familia, y es lo que nos debe impulsar cada día.
La visión a largo plazo es clara: una Medicina de Familia que combine lo mejor de la tradición con lo más innovador del presente y del futuro. Una medicina que, más allá de la tecnología, siga siendo profundamente humana.
Este año ha sido un viaje emocional y profesional que nunca olvidaré. He sentido la carga de la responsabilidad, pero también la satisfacción de saber que, a pesar de los retos, hemos avanzado. Debemos creernos de verdad que la Medicina de Familia es y seguirá siendo el pilar de nuestro sistema de salud, y sentirnos orgullosos de ello.
La conexión con la sociedad y los pacientes es lo que da sentido a todo esto. Al final del día, no son las políticas ni las tecnologías las que curan, sino el vínculo que establecemos con las personas a las que atendemos. Este año me ha mostrado, de manera más clara que nunca, que ser médico de familia es un privilegio, y liderar la SEMG, una responsabilidad que abrazo con todo mi corazón."