Jonathan McFarland ejemplifica como nadie la frase de los estatutos de Asomega que señala que la pertenencia a la asociación no se limita a los nacidos en tierras gallegas, sino que se acoge con igual agrado a quien tenga "una sensibilidad especial con Galicia". Tal es el caso de este celta cercano y empático que ha hecho de la aplicación de las Humanidades a la práctica médica su razón de ser intelectual, académica y vital.
Promotor de la iniciativa "The doctor as a humanist", que presentó en el II Encontro Mundial de Médicos Galegos de Asomega el pasado mes de mayo, McFarland es además profesor asociado de la Cátedra "Respira vida" de la Universidad Autónoma de Madrid. Además, acaba de coeditar "Humanidades de la salud para la calidad de la atención en tiempos de COVID-19", primer libro de una nueva serie de Springer llamada "Nuevos Paradigmas en la Atención Sanitaria".
Para empezar, una pregunta personal: ¿cuál es su trayectoria vital y académica? ¿Cómo un británico especialista en literatura e historia acaba especializándose en la reflexión y difusión de las humanidades aplicadas a la práctica médica?
Muchas gracias por esta pregunta porque es algo que me pregunto a mí mismo continuamente. La respuesta es sencilla: yo estudiaba Humanidades con una especialización en Literatura. Pero a los 16 años, cuando en Inglaterra se tiene que decidir por las Ciencias o las Humanidades dudé, porque me gustaban AMBAS, especialmente la Biología. Otra cosa muy importante en relación con esta pregunta es que vengo de una familia con muchos médicos.
Hay una anécdota que quiero compartir: un primo de mi padre me dijo hace años: un niño que atendía el teléfono en casa al pedirle que se pusiera el Dr. McFarland contestó: “¿Cuál de los Dr. McFarlands? ¡Hay cinco en el salón en este momento!”. Pienso que tenía desde siempre la Medicina en mis venas. Recuerdo ir a misa el día de Navidad en el Royal Southern Hospital, en Liverpool, cuando tenía 5 o 6 años, y ver a mi padre operar a un adolescente. Son recuerdos fijados en mi memoria (mi mindset). La pregunta que continuamente me hago a mí mismo es: ¿por qué no estudié Medicina? Y probablemente ahora, 40 años después, esta pregunta ha sido contestada: porque ahora puedo juntar las Humanidades aplicadas a la práctica médica y estoy muy orgulloso de ello. Solamente me entristece a veces pensar que mi padre nunca pudo ver lo que estoy haciendo hoy en día.
Necesitamos restaurar el balance entre el modelo biomédico, que concibe al paciente como un cuerpo mecánico, y el humanista, que lo concibe como un sujeto en términos de mente y cuerpo
Su libro, que coedita con María Giulia Marini, se enmarca dentro de la serie de Springer "Nuevos paradigmas de la atención sanitaria". ¿Por qué cree que necesitamos esos nuevos paradigmas? ¿Se ha agotado el modelo de atención sanitaria que fuimos desarrollando, al menos en nuestro mundo occidental, entre los siglos XIX y XX?
He tenido el honor de ser invitado por María Giulia Marini a ser co-editor de esta serie "Nuevos paradigmas de la atención sanitaria". Y aprovecho para dar las gracias a ella y a Springer por empezar este gran e importante proyecto.
Quizás ‘agotar’ no sea la palabra adecuada; sin embargo, estoy convencido de que ahora, y especialmente con la pandemia, que por cierto sigue con nosotros, una nueva manera de mirar a la Atención Sanitaria es más que esencial. ¿Por qué? La medicina basada en pruebas (EBM) y el enorme avance en muchas tecnologías han significado progresos enormes en el diagnóstico y tratamiento de muchas enfermedades. Esto es indiscutible, ¿pero a qué coste? No estoy hablando del coste económico, que es otro problema, pues ahora no es el momento de hablar de ello y tampoco me siento cualificado para hacerlo. Quizás el modelo NO está agotado, pero estoy convencido que necesita ser ‘re-equilibrado’ porque la atención de este modelo biomédico está empezando a olvidarse de la razón fundamental de la Medicina: el paciente.
Existe hoy en día una gran dicotomía en la Medicina entre este modelo biomédico, que concibe al paciente como un cuerpo mecánico compuesto por partes separadas que interactúan con fines funcionales, y el modelo humanista, que concibe al paciente como un sujeto en términos de mente y cuerpo, o como una persona única o yo. Y lo que es más importante es que el paciente o persona está situado dentro de un entorno cultural y social, su mundo vital. Necesitamos encontrar o restaurar el balance entre esos dos modelos de mirar la Medicina.
Opino que este cambio sería beneficioso para todos, médicos o profesional sanitario y pacientes. Y en esta serie editada por Springer vamos a intentar hacerlo. Los siguientes títulos que saldrán en 2023 explican bien lo que queremos lograr: El arte y la ciencia del cuidado compasivo: Una guía práctica (febrero 2023), El paciente como persona: un enfoque integrado y sistémico del paciente y la enfermedad (marzo 2023) y Enseñanza, investigación, innovación y compromiso público (marzo 2023).
En su libro se ponen en marcha diferentes herramientas de reflexión para promover la salud de los ciudadanos como la literatura, la filosofía, el arte, etc. ¿Corremos el riesgo con la excesiva tecnificación de la ciencia de que pierda su verdadero sentido como herramienta al servicio del ser humano?
Sin duda. Pero lo interesante es que las banderas rojas de esta excesiva tecnificación en la atención sanitaria fueron levantadas hace mucho tiempo. El gran humanista, médico y ético Edmund Pellegrino ya avisaba de ello en los 70 y 80. El escribió lo siguiente ¡¡ya en 1986!!:
‘La actividad médica no es, por tanto, una actividad científica en el sentido que la física o la biología son actividades científicas. No es arte en el sentido en que la pintura es arte. Tampoco es una de las humanidades en el sentido en que la literatura es una de las humanidades. La Medicina recurre a conocimientos, habilidades y técnicas de la ciencia, el arte y las humanidades, pero para con un fin distinto y definido que no es el fin de ninguna de estas otras disciplinas’.
Entonces muchas veces debemos dar énfasis en mirar atrás para avanzar hacia el futuro. Sin embargo, tengo dudas de que los humanos aprendamos de nuestros errores. Espero que esté equivocado.
La pandemia ha resaltado la importancia de combinar la ciencia y las humanidades por el bien del paciente y los profesionales de la salud
¿Qué nos ha enseñado la epidemia de Covid-19 respecto a la humanización de la asistencia?
La pandemia de Covid-19 no ha terminado. Creo que vamos a estar aprendiendo de ella durante muchos años más, y sólo espero que estemos preparados para la siguiente pandemia. Sin embargo, la deshumanización de la asistencia a pacientes de COVID-19 nos ha marcados a todos; todos conocemos alguien que ha muerto sin sus seres queridos al lado; todos hemos estado afectados de una manera u otra. La paradoja fue bien explicada por Gavin Francis, un médico de familia y escritor escocés, cuando dijo que toda su vida había intentado estar cerca de sus pacientes, y especialmente cuando se acercaba su final. Pero durante la pandemia tuvo que alejarse de ellos, de una manera contraria a sus instintos básicos de buen médico. Nunca, nunca tenemos que olvidar lo que han sufrido los profesionales de salud; y aún siguen sufriendo.
Sinceramente creo que la pandemia ha resaltado la importancia de combinar la ciencia y las humanidades por el bien del paciente y los profesionales de salud.
Y en el lado negativo, ¿podría ser la fácil propagación de bulos y la relativa popularidad de teorías negacionistas la otra cara de la moneda?
Vivimos en un mundo en donde la verdad se ha torcido por diferentes razones, sean políticas, económicas u otras. Vivimos en un tiempo de Post-Verdad. Desafortunadamente, hay mucha gente con posiciones de poder que son los primeros en divulgar estas teorías negacionistas, y disponen de las herramientas perfectas, como las redes sociales. Por eso en mi capítulo he resaltado y hablado de la palabra ‘Libertad’; esta palabra ha sido utilizada continuamente, pero de manera incorrecta porque la libertad no es solo una cosa subjetiva o individualista. Como dijo Nelson Mandela:
"Porque ser libre no es simplemente desprenderse de las propias cadenas, sino vivir de forma que se respete y mejore la libertad de los demás.”
Así, lo que me preocupa es cómo las palabras son utilizadas. Todos tenemos que ser muy preciso y cuidadosos en la utilización del lenguaje. Kipling dijo en 1923 a cirujanos en Londres, “Las palabras son la droga más poderosa utilizada por la humanidad”.
Una pregunta ligada a la actualidad sanitaria española: fundamentalmente en Atención Primaria, pero también cada vez más en la atención hospitalaria, se oyen voces que reclaman un trato más digno y justo a quienes desarrollan esa labor. ¿Cree que la humanización es posible sin un trato adecuado y respetuoso al profesional sanitario? ¿O no es excusa y el cuidado del paciente debe prevalecer, en cualquier circunstancia?
Es una muy buena pregunta. Me hierve un poco la sangre porque parece que la gente ha olvidado los sacrificios hechos por los profesionales sanitarios. No tenemos que olvidar también a otros trabajadores esenciales, como transportistas, personal de limpieza y otros, que también salvan vidas. La memoria de la gente es efímera y, aunque me duele decirlo, a veces el egoísmo y mezquindad prevalecen; recordemos la gente cantando de sus balcones en apoyo de los profesionales sanitarios, diciendo que eran ‘héroes o superhéroes’. ¿Y ahora?
Yo creo que cada ser humano tiene que tratar al ‘otro’ con respeto y con dignidad, independientemente de quienes son, y creo que la compasión o simpatía necesitan darse en ambas direcciones. Porque si no, no funciona. Ahora mismo, más que nunca, es el momento de apoyar a todos los que trabajan en la sanidad española, y otra cosa muy importante que no tenemos que olvidar es defender la sanidad pública.
Una última pregunta, sobre Asomega: ¿percibe una diferencia en el carácter de los gallegos que los hace especialmente proclives a la empatía y cercanía que requieren las profesiones sanitarias, como decía José Ramón Ónega?
¡Que pregunta y que compromiso! Efectivamente, para mi es un enorme honor ser miembro de Asomega. Y aunque no soy no gallego ni médico, como dije en Santiago de Compostela en mayo, cada vez me siento un poco más gallego y médico, y eso es gracias a la amistad y gran apoyo del Dr. Ancochea. El libro está dedicado, entre otros, “al Dr. Julio Ancochea y al Dr. Joan B. Soriano, por su convicción incansable en éste y en otros proyectos, ya que su fe constante en mí ha sido fundamental.”
Aunque no soy gallego, sí soy celta, medio irlandés y medio escocés. Hablando pues como celta, estoy completamente de acuerdo con José Ramon Onega, pero me gustaría añadir un pequeño matiz, los celtas son especialmente proclives a la empatía y cercanía, cualidades que requieren los profesionales sanitarios.