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En recuerdo del profesor Sánchez Salorio

¿Qué se puede decir cuando quizá todo está dicho?

A estas alturas, nadie ignora lo que ha hecho, no tanto por la Oftalmología como por sus otras muchas actuaciones en todas aquellas facetas que su desbordante actividad le permitió llevar a cabo fundamentalmente tanto en la Universidad como en los medios de comunicación que, como no podía haber sido de otro modo, se han expresado unánimemente para llevar la noticia a todos los ámbitos, haciéndonos partícipes de sus logros, premios y distinciones que han formado parte de su brillante trayectoria personal y profesional.

El profesor Sánchez Salorio tras recibir medalla de oro y brillantes del Colegio Oficial de Médicos de A Coruña en 2010.

Y precisamente ahora me encuentro en la paradójica situación de que lo único sobre lo que yo podría escribir y/o hablar probablemente a nadie le interesaría lo más mínimo y, además, por si eso no fuera suficiente, formaría parte de una intimidad de la que hace quizá cerca de 60 años, ambos prometimos no hablar en público.

Me encuentro por tanto totalmente desorientado pues a la pérdida de una persona que, sin ser de mi familia, en muchos aspectos está incluso mucho más allá de esa barrera que, las normas en vigor imponen y, muchos consideran de “obligado cumplimiento”.

Sin embargo es muy cierto que, más allá de lo que se ha dicho y por encima de lo que se pueda o no se pueda decir, he sido durante más de diez años, testigo directo de su labor profesional en la Universidad, el propio Hospital Clínico y en su Clínica privada y en las décadas siguientes mi posición en las instituciones me permitió mantener una estrecha colaboración, desde ese lugar privilegiado, a través de los numerosos proyectos comunes que pusimos en marcha “sin ruido” hasta que la llegada de nuestros sucesores hicieron aconsejable pasar a un segundo plano opinando “exclusivamente” cuando se nos preguntaba.

Está muy claro a esta altura de mis meditaciones que me estoy refiriendo al Profesor Don Manuel Sánchez Salorio que, a sus 93 años, ha dado fin a su estancia entre nosotros, no sin antes haber trazado una huella tan formidable que nadie puede ignorar ni olvidar.

¿Dónde podemos encontrar esta huella? Probablemente no estamos pensando en una huella única pues la que yo haya podido elaborar nada tiene que ver con la que otros hayan percibido; quiero decir con esto que en ningún momento voy a pretender que mis reflexiones sean ni mejores ni peores que las de las otras personas que con el hayan tenido relación, ni siquiera voy a pretender que sean ni más exactas ni tan siquiera más fidedignas, simplemente deseo que no caigan en el olvido por no haber sido expresadas en esta especie de “ahora o nunca”.

¿Por qué pienso que hubo un antes y un después? Quizá los que no han conocido “el antes”, cuando cada mañana los Jefes de servicio recorrían las salas para visitar a cada paciente, acompañados por todos los componentes de la plantilla en una especie de macabro “desfile de la Santa Compaña” en la que se discutía casi del “sexo de los ángeles” acerca de las dolencias de cada caso, con frecuentes reprimendas a los “pobres alumnos internos” encargados de presentar el caso. La llegada del Prof. Sánchez Salorio supuso la desaparición radical de ese funesto hábito pasándose a explorar a los pacientes que lo necesitaban en la consulta sentados en la lámpara de hendidura para valorar “de verdad” lo que se tenía que modificar o mantener en la evolución postquirúrgica. Los Seminarios y sesiones clínicas que se pusieron en marcha por su iniciativa, pasaron a hacerse en torno a “casos reales”, que permitían conectarse con la realidad de cada día y en la verdadera formación de “lo útil”, en lugar de aprenderse unas listas interminables de diagnósticos diferenciales sobre procesos que probablemente jamás nos íbamos a encontrar a lo largo de nuestra vida profesional. El Seminario Mensual (el Antiguo Carlo Erba), que se continuó en Cádiz y Barcelona y todavía persiste en el Hospital Clínico de San Carlos de Madrid, es una clara herencia de una idea que se puso en marcha alrededor del año 1963-64 y sigue demostrando su utilidad tras seis décadas. Este Seminario se convirtió en el “Crisol” en el que se formaron los profesores de Oftalmología que partiendo de la “BABY SCHOOL” inundaron la geografía Universitaria española. También el Seminario fue el germen de la Sociedad Gallega de Oftalmología pues a esos “terceros jueves” acudían cada mes numerosos oftalmólogos de toda la región para la puesta al día de conocimientos y esas “convivencias” mensuales permitieron desarrollar la idea de consolidar reuniones de mayor entidad en la que todos pudieran participar, invitando a profesionales cualificados de otros hospitales y Universidades de fuera de la región que diesen mayor prestigio si cabe a nuestras reuniones que además adquiriesen el carácter de itinerantes para que cada ciudad pudiese contribuir a la organización de futuros eventos.

A nivel de la Formación de postgrado, la Escuela profesional de Oftalmología se puso en marcha de inmediato, tan pronto el Prof. Sánchez Salorio obtuvo la Cátedra hizo la correspondiente solicitud y fue la segunda aprobada en España tras la de Madrid. Con el paso de los años, cuando la formación MIR se consolidó, el Prof. Sánchez Salorio fue el primer presidente del Consejo Nacional de Especialidades que puso en marcha los criterios mínimos que se requerían para ser aceptado un Servicio para incorporar residentes.

Mientras su salud se lo permitió, acudió cada año a todos los Congresos de la Sociedad Española de Oftalmología en la que recorrió todo “el escalafón” hasta la presidencia y se encargó de organizar en varias ocasiones el Congreso Anual en Santiago de Compostela.

Probablemente su mayor contribución a la Oftalmología, que es quizá la más desconocida, fue su “empeño personal” hasta lograr que hasta los más escépticos se uniesen a la iniciativa (a empujones) de entrar en la convocatoria del Instituto Carlos III para la creación de la Redes temáticas de la que, gracias a su iniciativa, pasamos a formar parte con la denominación de OFTARED, supuso de alguna manera dar visibilidad y ayudó poner en marcha y de una forma coordinada de los centros de investigación oftalmológica nacionales que estaban actuando sin apenas tener conocimientos unos de otros más que cuando se reunían en el Congreso anual de ARVO en Fort Lauderdale (Florida). A partir de ese reconocimiento la calidad y sobre todo el desarrollo de nuevos proyectos comunes entre centros supuso, como todo lo que “tocaba” la mano del Prof. Sánchez Salorio, un antes y un después de la Investigación oftalmológica en España.

No sé exactamente como definir mi relación con D. Manuel, no puedo decir que era un AMIGO, pues estaba muy por encima de ese concepto, tampoco era mi PADRE, aunque muy a menudo se comportó como si lo fuese, decir que fue mi MAESTRO tampoco creo que sea justo pues me dio mucho más de lo que ningún maestro haya dado jamás a sus discípulos. Sin ser mi amigo, ni mi padre, ni mi maestro, interpretaba cada día todos esos papeles simultáneamente por eso lamentablemente tengo que decirle ADIOS, sabiendo que la huella de su voz persistirá en mí y llegará también, como él quería, a mis discípulos.

Julián García Sánchez

El profesor Sánchez Salorio señalando a los doctores Pita Salorio y García Sánchez el camino hacia la cumbre.

Cuando fumar no era delito. Sánchez Salorio entre los doctores Méndez y García Sánchez.

Firmando las actas tras la lectura de las tesis doctorales de los doctores Antonio Bascarán y Julián García Sánchez el 30 de junio de 1966.

A su regreso de Madrid tras obtener por unanimidad la Cátedra de Santiago, celebración en el Hotel Compostela. Acompañan al profesor Sánchez Salorio la “casi totalidad” de los miembros del Servicio y María Jesús (Chus), secretaria.

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