La investigadora María José Alonso participó junto a Ángel Carracedo en la sesión de cierre de la II Feira da Saúde de Asomega. Lo hizo compartiendo su experiencia en el mundo de la investigación científica y en el difícil logro de concretar la transferencia de sus resultados a la sociedad. Alonso, catedrática de Farmacia y Tecnología Farmacéutica en la Universidad de Santiago de Compostela -y, como Carracedo, Premio Nóvoa Santos de Asomega-, relató cómo ha sido su carrera y cómo ha experimentado que la relación con la industria y con los clínicos ha sido decisiva para el éxito de sus investigaciones.
Alonso destacó que su experiencia en la farmacia del hospital durante su carrera y en la tesis le acercó a la clínica y a la industria. En su opinión, "acondicionar las moléculas activas de los fármacos para que sean más eficaces tiene un componente de interés industrial". Por eso siempre ha procurado involucrar a la industria en sus proyectos de investigación, además de contar con la opinión de los clínicos.
La investigadora ha visto todo el recorrido reciente de la ciencia en España, en su caso, de la nanotecnología aplicada a la medicina. Según narra ella misma, fue la primera de su departamento que salió fuera de España a completar su formación, en concreto a Francia, donde descubrió el ámbito de la nanotecnología de los liposomas. Allí tuvo la oportunidad de trabajar con el número uno en Europa, el profesor Patrick Couvreur en la Universidad de París Sur.
Según Alonso, eso le cambió la vida y a partir de ahí se dedicó a la investigación. Con más ahínco aún cuando se encontró con el profesor Robert Langer en un congreso, uno de los ingenieros más importantes del MIT y más tarde promotor de Moderna, y le oyó hablar "de la biotecnología, de las nuevas vacunas, de los fármacos biológicos y ese mundo me apasionó".
Con Langer, Alonso aprendió el emprendimiento "que tanto me ha costado implantar en España". Desde el primer día, le dijo a Alonso: "María, think big. We have to solve the problems of the patients".
Según Alonso esa idea arraigó en su mente "y la de que para poder trasladar la ciencia al paciente había que relacionarse con los hospitales, con la industria, había que crear empresas". A su vuelta a Santiago en el año 92 se creó el grupo de investigación, entonces de nanotecnología farmacéutica porque ni siquiera existía la palabra nanomedicina. "Fueron años duros en los que intenté por todos los medios colaborar con los médicos, algo que en primera instancia no conseguí en Santiago y busqué por España", explica.
La consolidación de su grupo de investigación facilitó que la llamara el entonces rector de la Universidad de Santiago, Senén Barro, para ofrecerle el cargo de vicerrectora de investigación: "La palabra "gestión" era extraña, aduje que eso no era lo mío y contestó que cómo no lo iba a ser teniendo un grupo de investigación de 20 personas. Entonces me dijo que quería transformar esta universidad creando centros de investigación multidisciplinares, porque la estructura de facultad se ha quedado atrasada, sobre todo en determinados ámbitos, y es el momento de juntarnos con el hospital", señaló.
A partir del trabajo desarrollado en esa época en la que la gestión se convirtió en parte central de su labor, María José Alonso comprobó que "es trabajo de todos lograr la transferencia a la sociedad del trabajo del investigador". La clave, entender que el científico con su trabajo "puede tener impacto en los demás. Siempre digo a mis alumnos cuando entran por la puerta "tienes que creerte que vas a hacer algo muy importante para la sociedad y hacer todo el esfuerzo para que llegue a la sociedad".
El ejemplo vuelve a ser Robert Langer que, según Alonso, "mostró que es posible publicar en Nature y colaborar con la industria y crear startups", en contra del prejuicio que ha sufrido en muchas ocasiones por parte del entorno científico que hasta ahora ha recelado de la colaboración con la industria. "Trabajé muchísimo con los investigadores cuando fui vicerrectora para animarlos a ir en el camino de la patente y de la relación con la empresa", afirma.
Aun así, queda mucho que recorrer: "Seamos francos, el tejido empresarial biofarmacéutico, biotecnológico en España, ha sido pobre. La gran apuesta de la economía del talento sigue vigente. Es verdad que hemos mejorado mucho pero fijaos que antes de la pandemia buscábamos una empresa que produjera el ARN mensajero y no había ninguna en España, lo mismo que no había ninguna empresa de vectores virales", explica. Considera que las cosas están mejor que antes de la pandemia, pero hay que reforzar el papel de la industria, "hay que desarrollar más incentivos para que creemos startups".
La investigadora, con todo, se muestra optimista por una percepción que le llega directamente de los jóvenes con los que trabaja: "Lo que más me gusta es que la mayoría de mis alumnos de doctorado quieren ser emprendedores y eso es genial. Antes querían ser funcionarios y ahora quieren ser emprendedores Me parece que esto ha sido un cambio muy interesante para nuestro país", explica.
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