"De acuerdo con el Reglamento Municipal de Honor, se inicia trámite para el nombramiento como Hijo Predilecto del Municipio de Pobra de Trives a favor de D. Julio Ancochea Bermúdez". Con tal solemnidad expresa el decreto emitido por este concello orensano una iniciativa que, en contraposición con la frialdad del lenguaje administrativo, encierra una carga emotiva y un componente de afecto -correspondido- difíciles de reflejar en un texto legal.
Aunque se acerca bastante a ello en la descripción de las razones que expone para justificar esta decisión. Por ejemplo, destaca que "ha estado muy unido a nuestro pueblo desde que era un niño, lo visita a menudo cada vez que sus compromisos profesionales se lo permiten y siempre lleva orgullosamente en su discurso (tanto en diferentes conferencias, intervenciones o eventos) el nombre de nuestra localidad".
Y reivindica que la carga nostálgica no es, ni mucho menos, el principal valor de esta relación con el terruño, porque el compromiso del doctor por su pueblo y la preocupación por sus vecinos refuerzan hoy día su vínculo. Así, afirma el decreto que "ha mostrado su lado más humano con muchos vecinos en multitud de ocasiones, como es de todos conocido, desde el inicio de la pandemia prestando desinteresadamente sus conocimientos como profesional especialista en Neumología, realizando un seguimiento casi diario, mostrando que la medicina no es sólo ciencia, sino también un sentimiento basado en los afectos".
El inicio del procedimiento para nombrarle hijo predilecto de Trives se ha votado por unanimidad en el Concello.
Pregonero de este año
Este mismo verano el doctor Ancochea tuvo la oportunidad de expresar de forma pública ante todo Trives ese cariño especial por su tierra, ya que fue el encargado de pronunciar el pregón de las fiestas de San Bartolomé.
En aquella ocasión tan especial dijo: "Delante de todos quiero reivindicar mi pueblo, mis sueños, mi cuna, mi palabra". Recordó "la bondad de mi padre, la generosidad de mi madre, el hogar, os amoriños primeiros, los amigos de siempre, mis raíces, ¡son… tan profundas!".
Prueba de ello, añadió, era que de aquí provienen "mis primeras imágenes del ejercicio de la Medicina que me brindó mi propio abuelo, médico rural. De él aprendí, aún sin darme cuenta, que el paciente es una persona, no una enfermedad; y que mirarle a los ojos, tomarle la mano y sobre todo escuchar tiene un efecto terapéutico que complementa al tratamiento al menos con el mismo nivel de eficacia".