En el transcurso del Encontro de Verán 2024 de Asomega en A Estrada hubo un espacio destacado para recordar la figura de Manuel Reimóndez Portela (1916-1994), quien además de ejercer como médico durante 40 años fue escritor, alcalde de A Estrada y participó en el anteproyecto del Estatuto de Autonomía de Galicia.
Juan Andrés Fernández Castro, director del Museo de A Estrada, institución que lleva el nombre del recordado autor de “Médico na aldea”, fue el encargado de exponer al auditorio las múltiples dimensiones en las que el doctor dejó su impronta.
En su intervención destacó que era un hombre próximo y cordial, un excelente conversador y depositario de algunas de las cualidades que más distinguen a las personas inteligentes, como el sentido del humor y la curiosidad. Su humanidad y cercanía a los pacientes hicieron de él toda una referencia en A Estrada durante su ejercicio como médico y también después, cuando fue alcalde.
Conocido popularmente como "el médico de los pobres", por cuanto cobraba en función de las posibilidades económicas del paciente, vivió situaciones curiosas a causa de este principio. Fernández Castro relató aquella en la que una familia gitana, profundamente agradecida tras atender el doctor el nacimiento de su hijo, y al asegurar Reimóndez que "era gente humilde" y por tanto no cobraría honorarios, se presentaron a los pocos días en la consulta con un cordero a modo de pago. A la sorpresa del médico por no saber qué hacer con el animal se unió "la que armaron sus hijos Manuel, Mavi y Luis, cuando se habló de destinar el cordero a un estofado".
El director del Museo de A Estrada aseguró también que Manuel Reimóndez Portela fue un hombre dotado de un eminente curiosidad intelectual: "Pocas cosas había que no mereciesen su atención, que no estimulasen su ansia de perfeccionamiento y constante actualización, pues sabía muy bien que el conocimiento de la vida está muy lejos de cerrarse y que son infinitas las esquinas del camino en las que las enfermedades y la muerte no sorprenden".
Fernández Castro finalizó su intervención con un recuerdo personal, muy cercano y doloroso de su amigo el doctor Reimóndez Portela, pero claramente definitorio de su humanidad. En sus últimos días, ante el imparable avance del cáncer de páncreas que padecía, le confesó que sufría mucho, pero no por él: "El mal es para los que se quedan, Juan, y no para los que se van. Tardé en comprenderlo, pero ahora lo entiendo muy bien”.