Otero Pedrayo definió la comarca polense como país de colinas. En el centro de ese país se encuentra un paraíso natural denominado A Carballeira de Mosteiro, habitual lugar de celebración todos los meses de agosto de la Festa ao Emigrante, en la que tantas veces participó, como pregonero o como asistente, uno de los más ilustres hijos del concello: José Ramón Ónega.
Los rigores de la pandemia han hecho imposible que este año se repita tal escena. En su vertiente menos relevante, porque ha obligado a suspender la celebración; en su lado más inmisericorde, crudo y doloroso, porque la Covid-19 se llevó el pasado mes de febrero a José Ramón, un hombre bueno.
Pero en la Carballeira de Mosteiro se le ha recordado una vez más. Allí, el pasado sábado 7 de agosto, tuvo lugar una funeral al político y escritor polego. Como señala en su crónica 'La Voz de Galicia', sus cenizas, al igual que las de su hijo, ambos fallecidos de Covid-19, ya descansan en el cementerio de Mosteiro.
De él Julio Ancochea, en la imposición a finales de 2020 de la Insignia de Oro de Asomega, destacó "su bonhomía, sensibilidad, señorío, cercanía, generosidad, humildad, compromiso, galeguidade". Y de él dijo Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, que había sido "el mejor embajador que podía tener Galicia en la capital, un enlace perfecto entre la Xunta y la meseta” que, además, con su gestión había elevado “hasta el significado de excelencia el hecho de que nuestra forma de ser españoles es ser gallegos”.
Asomega se suma al homenaje a José Ramón, una persona querida y entrañable cuya memoria sigue viva en su Pol natal y en el recuerdo de cuantos tuvimos la suerte de conocerle y tratarle.