José Manuel Solla ejerce como médico de Familia en Allariz. Ha sido presidente de la Sociedad Española de Medicina General (SEMG) y en la actualidad es máximo responsable de SEMG Solidaria. En otras entrevistas ha manifestado que ejerce la medicina rural “por vocación”, porque “no quería tener pacientes sin nombres ni apellidos; quería estar más cerca de ellos y ayudarles, algo de lo que son un ejemplo de humanismo y sacrificio aquellas generaciones de médicos que hoy tienen más de 80 años”.
Precisamente esa medicina rural y sus profesionales iban a ser el motivo principal del homenaje que tenía previsto realizar en la Comida de Verano 2020 de Asomega, que se había programado para el 6 de agosto pero que ha tenido que anularse, al menos de momento, debido a la situación creada por la pandemia.
¿Cómo había organizado la comida de verano, qué tenía previsto?
Habíamos pensado en una temática de refuerzo de la figura del médico rural. Primero porque se celebra en Allariz, que aunque está muy cerca de la capital tiene una connotación claramente de ámbito rural. Segundo, porque aquí trabajaron médicos emblemáticos y representativos de la medicina rural. De hecho, fue motivo del libro de nuestro compañero Roberto Fernández Álvarez, “Enfermos pobres, médicos tristes”, centrado en la figura de uno de ellos, José Ribera, que tiene aún aquí familiares. La obra obtuvo el Premio Vicente Risco de Ciencias Sociales y se trata en el fondo de un estudio con cierto calado antropológico de la figura del médico rural. Sobre todo del médico rural que ejerció en la Galicia de la posguerra, ese médico rural que iba a caballo, que acudía a domicilio, que atendía partos, fracturas, que era polivalente.
A partir de ahí, se me ocurrió que, como Asomega viene realizando todos los agostos su comida anual de verano y propusieron hacerla en Allariz, esta de la medicina rural era una buena temática que abordar. Y también aprovechábamos para hacer un homenaje a profesionales locales.
Un concepto de médico rural antiguo, diferente al que hoy tenemos y que resulta muy literario.
De hecho en 2012 con nuestra productora de cine hicimos una película que estaba muy centrada en esa etapa oscura. Se centra en la figura del médico rural y al principio pensamos en hacer un documental pero acabó siendo un largometraje de ficción de aproximadamente hora y media. Se llama “Ventanas en el cuerpo” [José Manuel Solla fue guionista, además de productor]. La Comida de Verano de Asomega iba a ser una oportunidad para aunar todos esos esfuerzos: teníamos una obra literaria detrás y una obra cinematográfica y además podíamos aprovechar la presencia de familiares de esos médicos. El homenaje se iba a centrar en las figuras de dos médicos coetáneos, José Ribera y Pepe Oro, que representan al médico rural de la posguerra. Los dos viven en Allariz, los dos tienen familia en Allariz, los dos tienen hijos médicos. Se trataba de aunar la doble figura de estas dos personas muy conocidas en el municipio.
Lo que está claro es que la comida iba a ser una oportunidad para ello. Y es que la Atención Primaria y la medicina rural necesitan un foco todavía más especial. Ya lo necesitaba antes de la pandemia pero ahora parece que es todavía más urgente.
El gran error de esta pandemia ha sido no contar desde el principio con la Atención Primaria. Eso sin lugar a dudas, y se debe solucionar, darle autonomía y hacer entre todos hacer un sistema piramidal pero de abajo para arriba, no de arriba para abajo. Para que se puedan detectar los casos en origen desde el pequeño pueblo hasta la gran ciudad, que no siempre se consigue, y de ahí bloquear todos los contagios. Sería la vía más lógica si desde un principio se hubiesen hecho así las cosas y si se hubiera contado con los test y con todas las armas.
El médico de familia es tan especialista como un médico que ejerce en un hospital. ¿Qué nos falta para que su consideración sea tan alta primero entre los políticos y luego entre la población?
Sí es un tema primero, cultural; y segundo, España fue el único país para mí de Europa que tuvo un proceso tremendamente tormentoso en la adaptación de la especialidad de la Medicina de Familia, con conflictos de parte de la medicina general con la especialización de por medio. De hecho, a mí me tocó vivirlo y el proceso fue traumático, cuando el resto de Europa lo resolvió yo diría de una manera elegante, con una transición que contribuyó a la integración de todos esos médicos. Aquí fue al revés, hubo una especie de segregación y luego nunca hemos sabido manifestar la relevancia de nuestra función. A diferencia del médico inglés, que gestiona presupuestos, es el que mejor conoce internamente la sanidad y por lo tanto el que tiene la capacidad de derivar de la mejor manera. Además esa derivación luego influye en su valoración, tanto económica como de prestigio.
Esto nunca ha sucedido en España. Creo que forma parte de esa falta de prestigio que en los medios de comunicación domina la fascinación por la tecnología, por la superespecialización, por lo anecdótico que es el caso especial que requiere una intervención. Aunque normalmente esto es reflejo del trabajo de la medicina de base. Un ejemplo: el trasplante cardiaco es llamativo, pero lo que no decimos es que se llega ahí por el fracaso en la mayor parte de las políticas preventivas que tienen que estar centradas en primaria. Esto es una constante. Y mientras no seamos capaces de transmitir socialmente todo eso es muy difícil. Es curioso porque el médico rural de antes si tenía ese prestigio, sí era una figura. Eso se ha ido diluyendo y creo que es un espacio que hay que ganar. Es lo mismo con todo el colectivo médico, pero especialmente en la atención primaria.
Pero la Atención Primaria va ganando prestigio y consideración a medida que se baja la mirada: desde la administración se le hace un caso justo pero los pacientes sí la valoran y eso lo viven ustedes todos los días.
Sí, eso es real, cada uno tiene ahí su puesto y esa figura hay que ganársela en el día a día en una batalla cotidiana. Y así como existe un prestigio general, existe el prestigio personal. Estoy seguro porque todas las encuestas lo dicen así, que la valoración del médico de Atención Primaria es tremendamente alta. Sin embargo eso no se traduce en lo que hablamos, curiosamente. El prestigio social en lo genérico y no digamos ya en la apreciación a nivel político y económico.
Volviendo al tema de la comida de Asomega: ¿comparte la decisión de posponerla?
Totalmente. Creo que hay que ser muy sensatos. Estamos en un momento absolutamente de incertidumbre, sabemos un poco más de lo que sabíamos al principio de la pandemia pero justamente ahora mismo se están moviendo un montón de fichas que nos van a dar claves de lo que va a pasar de aquí al invierno. Pequeños rebrotes, la aparición de pequeñas mutaciones del virus en función de la zona geográfica de la que viene, la especulación sobre nuevos coronavirus… hay un momento de eclosión de información que tenemos que ir filtrando y seguro que de aquí al otoño tendremos más criterio. Ahora mismo pienso que no es un buen momento para hacer un acto multitudinario como venía siendo la comida de Asomega con 150 o 200 personas, ahora no es muy prudente.
¿Confía en que se pueda celebrar en otoño?
Yo creo que sí. Tenemos más medios ahora que al principio, de eso no hay duda, en Primaria ahora por lo menos tenemos medios de protección y de diagnóstico. Hay tests, rastreadores, etc. Nosotros a nivel rural tenemos un buen rastreo, nos conocemos todos, y es muy fácil la labor de ese médico rural de saber por dónde vienen las cosas. Ese es el activo al que hay que sacar partido y que no han aprovechado. Si se hubiese hecho esto desde el principio el bloqueo estaba ahí, era parte del éxito.
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