La dieta atlántica se viene desarrollando y poniendo en práctica desde hace siglos en el arco que se extiende desde Portugal hasta Noruega. En el área de Galicia se añade una dimensión cultural que la diferencia: la convivencia de distintas generaciones en torno a la comida, su producción y disfrute en torno a la "lareira" presenta efectos muy positivos. Pero sus múltiples beneficios no acaban ahí y hoy añadimos otro nivel de análisis: su influencia sobre el entorno en un contexto en el que el impacto ambiental de toda actividad hay que analizarlo con lupa.
Ambas dimensiones de la dieta atlántica se abordaron en el II Encontro de Médicos Galegos en la mesa dedicada a la prevención, dirigida por Rosaura Leis y Benjamín Abarca. En ella Gumersindo Feijóo, catedrático de Ingeniería Química, abordó el impacto medioambiental, mientras que Federico Mallo, catedrático de Fisiología y Endocrinología, se centró en el beneficio que la dieta atlántica procura a la salud individual.
Feijóo resumió la idea central de su discurso nada más empezar: "El mensaje es que la dieta atlántica es buena para la salud personal pero también para la salud del planeta". Explicó que la contribución del sector alimentario a la emisión de gases de efecto invernadero representa un 10,6% del total.
Según explicó, "hay dos indicadores ambientales para saber si un alimento contribuye o no a la emisión de gases de efecto invernadero. El primero es la huella de carbono, que son los kilos de CO2 por kilo de alimento o, si lo aplicamos por persona, por persona y día que se alimenta. El otro es la huella hídrica". En ambos parámetros, buena parte de los productos característicos de la dieta atlántica tienen un impacto menor como los vegetales, frutas, pescados y mariscos.
Además, los datos sustentan sus beneficios. Según Feijóo, una dieta atlántica media de 2.100 calorías en España genera una huella de carbono de 4,39 kilos de CO2 por persona y día. Cuando se habla de dieta mediterránea la huella llega a los 5,51 kilos. Eso sí, todavía muy lejos de los 13,43 que se producen en EEUU donde predominan los alimentos procesados.
Respecto a lo que podemos hacer a título individual para mitigar esa huella ambiental que dejamos con nuestros hábitos alimenticios, el investigador propone:
- Verificar el origen de los alimentos. La expresión "kilómetro cero" se refiere a productos originarios de un radio máximo de 100 kilómetros, aunque hay cierto margen para otros más lejanos.
- Analizar el envase. Según señaló a partir de 2023 desaparecerá por ley la fruta envasada, toda tendrá que venderse a granel.
- Respetar la temporalidad de los productos. "Tenemos una riqueza en toda Europa que nos permite adecuarnos a la temporalidad. Comer cerezas en noviembre no es normal", asegura.
- Ecoetiquetas, que pueden certificar y garantizar diversos criterios ecológicos. El consumidor, a igualdad de precio prima la calidad.
- No desperdiciar. Tiramos 1.300 millones de kilos de alimento tras dejarlos caducar.
Dieta atlántica: una forma de vivir
Por su parte Federico Mallo, catedrático de Fisiología y Endocrinología y director del
Laboratorio de Endocrinología del Centro de Investigaciones Biomédicas de la Universidad de Vigo, abordó los beneficios de la dieta atlántica en la salud individual. Según explicó, la dieta es un elemento integrado en nuestra manera de vivir "hasta el punto de que la condiciona". La dieta atlántica, en concreto, presenta unas características específicas: "Un medio físico con su climatología y orografía, una disponibilidad y producción de alimentos y, por supuesto, unas tradiciones, costumbres y elementos sociales que van a ser además muy condicionantes", aseguró.
Según el experto la dieta atlántica se caracteriza por ser muy variada, con productos de temporada y proximidad y un elevando rango de calidad de estos, "de hecho la Administración ha hecho un esfuerzo enorme para caracterizar denominaciones de origen y garantizar la calidad de los productos, es una de las que tiene en España y Europa un mayor número de productos con este etiquetado".
Desde el punto de vista nutricional señala que "es baja en carbohidratos, predominan los de asimilación lenta como la patata, el maíz, las legumbres, las brásicas y frutas de temporada". Resulta, además, especialmente rica en proteínas de alta calidad y muy variadas, "especialmente pescado, moluscos, cefalópodos, lácteos y canes. y tiene un perfil lipídico que puede ser óptimo con una buena selección de productos: es alta en Omega 3, en monoinsaturados, polinsaturados, ácidos grasos esenciales y vithormonas liposolubles".
Mallo destacó un hecho que, no por conocido y mencionado, deja de ser enormemente relevante en relación a la dieta atlántica. Se refiere al alto índice de longevidad que se registra en Galicia, uno de los más altos "de la península ibérica y del mundo". En su opinión, no cabe duda de que "la forma de vivir y la dieta implicada son claves".