El pasado mes de noviembre el Comité Científico de la Asociación de Médicos Gallegos (ASOMEGA) ha otorgado el XXIII Premio Roberto Nóvoa Santos a la doctora María Luz Couce Pico. La medicina gallega reconoce con esta distinción su trabajo clínico como jefe del Servicio de Neonatología del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, así como su dedicación y entrega a la investigación. La doctora Couce, al frente de la Unidad de Diagnóstico y Tratamiento de Enfermedades Metabólicas Congénitas, es directora científica del Instituto de Investigación Sanitaria de la Universidad de Santiago.
A lo largo de estos últimos treinta años, este prestigioso galardón, acreditado con una trayectoria de excelencia en el mundo científico, enaltece a quien lo recibe, y al mismo tiempo, con legítimo orgullo, honra con su nominación la figura y la obra del que fue una de las figuras más relevantes de la ciencia médica en los años del pasado siglo. En esa época conocida como la Edad de Plata de la Cultura Española —años treinta del pasado siglo— brilló la estrella de Roberto Nóvoa Santos (La Coruña,1885 – Santiago,1933), aunque por desgracia fallece a los 48 años en plena madurez. En palabras de Gregorio Marañón: « […] fue ese maestro admirable que ya no volverá a hacernos oír su palabra […] en el verbo más neto y emotivo que escuchó la Universidad española».
Ya hace bastantes años había tenido la suerte de conocer y entablar amistad con su hija Olga y su sobrina María Luisa, incluso tuve de primera mano el testimonio de algunos profesionales que habían sido sus discípulos en Santiago o en Madrid. Los años de la Guerra Civil y los posteriores, con todas sus consecuencias, no fueron nada favorables al conocimiento de la dispersa obra de Nóvoa Santos y su Escuela. Más de una vez he comentado que de algún modo Nóvoa fue una víctima incruenta de nuestra guerra. En los años cincuenta, mi época universitaria, hasta bien entrada la segunda mitad del pasado siglo, quizás hasta que en 1981 García-Sabell publica una condensada biografía de Nóvoa Santos, un silencio comprometido ensombrecía su obra e incluso su nombre.
Me considero un afortunado por haber podido iniciarme en el conocimiento de la obra de Nóvoa en su «Manual de Patología General», desde mi época de estudiante. Lo demás vendría por añadidura: mis investigaciones durante unos cuarenta años sobre todas sus publicaciones científicas y humanísticas, culminaron con mi tesis doctoral «La obra psicológica de Nóvoa Santos» (1997), y la concesión por la Real Academia de Medicina de Galicia del Premio de la Fundación Barrié a mi trabajo «Pensamiento y bases filosóficas en la obra de Nóvoa Santos» (1997).
Después de tantos años, mi gran satisfacción es ver la continuidad de la obra de Nóvoa, tanto en mis ensayos y artículos, como en publicaciones y estudios de nuevos jóvenes autores. El año 2016 al celebrarse el centenario de la primera edición del célebre Manual de Patología, un verdadero «best-seller» publicado hasta 1948, fui honrado por los profesores Gestal y Ponte de la Universidad de Santiago, al participar con algunos de mis trabajos en el libro «Hojas para el recuerdo», editado para conmemorar esta efeméride.
Este año coincide la concesión del premio que lleva su nombre con el nonagésimo aniversario de su fallecimiento. Catedrático de Patología General en Santiago desde 1911, Nóvoa en 1927 había ganado por oposición la cátedra de Madrid; consciente del mal pronóstico de su cáncer gástrico tras haber sido operado por su amigo el Dr. Gómez Ulla, deseó morir en su casa de Santiago en la calle del Hórreo. Una masiva gastrorragia terminó con su vida el 9 de diciembre de 1933. En Compostela sus cenizas se fundieron con la tierra que tanto amó. Ciencia y conciencia conformaron el pensamiento de este ilustre clínico y patólogo: Nóvoa Santos estaba convencido de que no todo termina con la muerte.
Juan José Fernández Teijeiro
Doctor en Medicina, Psicología y Filosofía
Académico de la Real Academia de Medicina de Cantabria
Académico Correspondiente de la de Galicia y de España