Julio Ancochea, presidente de Asomega, se encargó de presentar la segunda Jornada Conjunta de centros penitenciarios, sociosanitarios y organizaciones humanitarias de la Red TBS-Stop Epidemias, cuyo Comité Científico preside.
En su intervención fue claro sobre las posibilidades de actuación que, como sociedad, tenemos ante esta población vulnerable: “Unir el concepto de solidaridad es esencial, básico, para combatir la gran mayoría de las epidemias, se llamen tuberculosis, Covid, dengue, malaria… Porque estos males se ceban siempre entre las capas sociales más deprimidas, vulnerables y desprotegidas del planeta", aseguró.
En su opinión, "no son justificables las enfermedades de la injusticia y debería ser intolerable la falta de protección y compromiso”. Considera, además, imposible ejercer el principio solidario de manera individual pero ignorando su vertiente colectiva porque, a su entender, hay que "unir esfuerzos además de conciencias para que la acción o prevención en salud resulte eficaz".
"El acceso y la equidad han de ser el denominador común del sistema sanitario. Unidos a calidad y universalidad, deben ser los principios básicos que deben sustentarlo", aseveró Ancochea.
En esta jornada, cuya primera edición se celebró el año pasado, han participado un centenar de personas entre epidemiólogos, médicos de otras especialidades, enfermeras, representantes de la universidad y también profesionales sanitarios de otros países. Resumimos algunas de las intervenciones.
Cifras inadmisibles
Según el doctor Javier García Pérez, presidente de NeumoMadrid y secretario General de la Red TBS-Stop Epidemias, “existe un número significativo de casos con TBC extrapulmonar, que puede afectar a cualquier órgano y sistema del cuerpo humano". El tratamiento no difiere, y "con los esquemas terapéuticos habituales, la curación es la norma.”
Según el también responsable de la Unidad de Tuberculosis del Hospital de La Princesa de Madrid, “la tuberculosis sigue representando un problema importante de Salud Pública a nivel mundial” y es que según el último informe de la OMS, “unos 10,6 millones de personas enfermaron en 2021 y 8 países, encabezados por India, Indonesia y China albergaron dos tercios del total de casos”.
“A pesar de ser una enfermedad prevenible y curable la mortalidad por esta patología sigue presentando unas cifras inadmisibles: en 2021 fallecieron 1,4 millones de personas sin VIH y otras 187.000 con infección por VIH. España es, en los últimos cuatro años, un país de baja incidencia de TBC: en 2021 se estima que hubo unos 3.754 casos (7,61 casos/100.000 habitantes).”
Colaboración de los pacientes
Francesca Sánchez Martínez, médica adjunta del Servicio de Infecciosas del Hospital del Mar de Barcelona, subrayó que la tuberculosis sigue siendo una enfermedad fuertemente vinculada a las desigualdades sociales, que afecta de manera particular a las personas más vulnerables. Ilustrando su exposición con el detalle de dos casos reales.
Esta especialista recordó a los participantes que “la tuberculosis, especialmente en su forma pulmonar, es una enfermedad con un impacto comunitario incuestionable y que el abordaje del tratamiento, tanto de los casos activos como de los contactos con eventual infección latente, debe ser sensible a la vulnerabilidad".
“Es imprescindible” concluía la doctora, “contar con la colaboración de los pacientes para identificar y neutralizar aquellos factores individuales que pueden dificultar el éxito terapéutico y, con ello, el control de la transmisión.”
Visión global del enfermo
Xavier Casas, director médico de Serveis Clínics, fue el encargado de exponer algunas innovaciones para el tratamiento de tuberculosis en pacientes complejos. Considera que multiculturalidad, barrera idiomática y consumo de sustancias dificultan a menudo cualquier abordaje ideal.
“La teoría” resumía el doctor Casas, “es conseguir un orden a través de un modelo organizativo de inteligencia colectiva dirigido a una realidad caótica inherente en muchos de nuestros pacientes, donde el control estricto es una utopía”.
Considera que hay que tratar y cuidar de una forma integral a los enfermos, desde un punto de vista sanitario, psicosocial, educativo y ocupacional mediante una atención humana y profesional.
Centros penitenciarios: marginalidad y exclusión
El marco penitenciario es sin duda un ámbito a tener presente. En esta 2ª Jornada ha vuelto a participar Enrique Acín, jefe del Área de Salud Pública de la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria del Ministerio del Interior, quien recordaba que “las personas privadas de libertad provienen mayoritariamente de situaciones de marginalidad y exclusión. Un alto porcentaje de la población (30%) procede de otros países, algunos de ellos con alta prevalencia de VIH, tuberculosis y hepatitis. En muchos casos en prisión tienen el primer contacto sanitario reglado”.
Por ello Acín siempre defiende que “la prisión no es un compartimento estanco, de ahí la importancia que para la salud pública comunitaria tiene la sanidad penitenciaria”, a día de hoy todavía “pendiente de aceptar el traspaso de sus competencias por la mayoría de las comunidades autónomas.”
Este responsable institucional perfiló la situación de las enfermedades infecciosas en los centros penitenciarios españoles. Según sus datos, en 2022 hubo una media de 46.668 internos en los centros penitenciarios, el 7,2 % mujeres y el 92,8 % hombres. A su ingreso, más de la mitad habían consumido alguna droga ilegal en el último mes y el 6,7% habían sido usuarios de drogas inyectadas".
En junio de 2023 la prevalencia conocida del VIH en prisión era del 3,2% siguiendo la tendencia descendente desde principios de siglo (17% en el año 2000). Respecto a la hepatitis C solo un 0,9% de la población presentaba una carga viral detectable, y respecto a la transmisión de estas enfermedades durante su estancia en prisión, en el 2022 no se ha detectado ningún caso de seroconversión al VIH y únicamente dos casos de seroconversión al virus de hepatitis C.
“Respecto a las enfermedades de transmisión por vía aérea como la tuberculosis, durante el año 2022 se diagnosticaron 27 casos en prisión, con una tasa de 0,5 por mil internos y año, siguiendo la tendencia descendente desde inicio de siglo (5,3 por mil en 2001). La mitad de los casos eran bacilíferas con una mayor capacidad de transmisión”, afirmó Acín.
Por su parte José Antonio Martín Peláez, jefe del Servicio de Adicciones de la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior, explicó que “el paso por prisión supone una magnífica oportunidad para el abordaje de las drogodependencias".
Según este responsable, las sustancias más consumidas antes del ingreso son, por orden descendente, tabaco, alcohol, cannabis, cocaína, tranquilizantes sin receta, heroína, anfetaminas y otras. Y se constata que “el ingreso en prisión supone un descenso en todas, siendo muy elevado en cocaína, heroína, anfetaminas y otras sustancias”.
La Enfermería, clave en el control de la transmisión
Por su parte, Isabel Vázquez Sevillano, técnico del Área de Salud Pública de la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior, abordó el papel de la Enfermería, dando a conocer el Programa de prevención y control de la tuberculosis y el Manual de la transmisión aérea en instituciones penitenciarias.
Unas intervenciones que, según esta ponente, tienen como objetivo “conseguir una detección precoz a través de la búsqueda activa y pasiva de casos de tuberculosis”. Para ello, repasó los cuatro pilares básicos: la identificación precoz de enfermos e infectados; el aislamiento respiratorio; el tratamiento directamente observado y el estudio de contactos.
Explicó también la importancia de la Enfermería en la educación para la salud y en el asesoramiento, el acompañamiento en el proceso de afrontamiento de la enfermedad y el apoyo emocional, teniendo además presentes las intervenciones especiales para la prevención de la TB en colectivos concretos como pacientes con VIH.
Genéricos y biosimilares
Joaquín Rodrigo, presidente de la Asociación Española de Medicamentos Biosimilares y director general de Sandoz España y Portugal, concluyó tres aspectos clave:
- “los responsables políticos deben reconocer que la atención médica no es un costo, es una inversión en nuestro futuro común”
- el desarrollo sostenible pasa también por “un mercado que funcione bien y que recompense las inversiones que las empresas deben hacer para construir y operar instalaciones de fabricación avanzadas y ambientalmente responsables. Y eso significa un sistema de precios que recompense el valor de los medicamentos críticos, en particular los genéricos y biosimilares que representan casi el 70% de los recetados en toda Europa a menos de un tercio del costo”
- “los expertos de nuestra industria deben estar en la mesa. Los responsables políticos no pueden tener una conversación plenamente informada sobre el entorno sanitario de Europa sin comprometerse con la industria que proporciona casi tres cuartas partes de todas las recetas”.
Y una COVID-19 que aún no nos deja
Fátima Cabello, directora del Área de Salud de Cruz Roja, fue la encargada de recordar los estragos de una situación que no hemos superado todavía.
Considera que la pandemia ha tenido una incidencia "abrumadora" en las vidas, la salud y el bienestar social y económico de las poblaciones de todas las naciones del mundo. Ha tenido además efectos sobre la salud, pero también ha afectado al desempleo, la pobreza, la inseguridad alimentaria, la vulnerabilidad ante la violencia.
Por otra parte, ha causado pérdidas "en materia de educación y reducido las oportunidades, sin mencionar la presión adicional impuesta sobre los servicios públicos. Asimismo, ha exacerbado los problemas de salud mental y ha pasado factura a la economía mundial”.