Los efectos de la Covid-19 no se limitan a las víctimas directas del virus. También ha afectado a pacientes de otras patologías que se resistieron a acudir a hospitales, así como a otros que por circunstancias diversas -pérdida de seguro médico, falta de disponibilidad en los centros sanitarios- no pudieron recibir una atención plena. Reincorporarlos a la rutina es el mayor reto de la gestión sanitaria de la post pandemia.
Este es el planteamiento del artículo que publica el New York Times de Tomislav Mihaljevic y Gianrico Farrugia, máximos representantes de la de la Cleveland Clinic y la Clínica Mayo, respectivamente.
Ambos centros encabezan la lista de mejores hospitales del mundo de Newsweek, y en los dos hay una presencia gallega fuertemente vinculada con Asomega: el doctor Cabanela en el centro de Rochester y el doctor Bartolomé Burguera en el de Ohio, quien recientemente ya nos habló sobre cómo habían afrontado la pandemia en su hospital.
El verdadero coste de la epidemia
Los autores del artículo señalan que "el verdadero coste de esta epidemia no se medirá en dólares sino en vidas humanas y sufrimiento humano". Afirman que durante las semanas más duras los hospitales aplazaron la atención no esencial para prevenir la propagación viral.
Hay cifras que ilustran el cambio de hábitos: ha habido reducciones considerables en los nuevos diagnósticos de cáncer (45 por ciento) e informes de ataques cardíacos (38 por ciento) y accidentes cerebrovasculares (30 por ciento). Las visitas a las urgencias de los hospitales han disminuido hasta un 40 por ciento, aunque la gravedad de los que iban era un 20 por ciento mayor según un estudio de Mayo Clinic.
"En este punto estamos volviendo gradualmente a las actividades normales al tiempo que mitigamos el riesgo tanto para los pacientes como para los miembros del personal", señalan.
La telemedicina ha venido para quedarse
Otra consecuencia de la crisis de la Covid-19 es que ha cambiado la práctica de la medicina de manera fundamental en cuestión de meses. "La telemedicina, por ejemplo, nos permitió pasar rápidamente de la atención en persona a la atención virtual", señalan.
Así, ambos centros han pasado de proporcionar miles de visitas virtuales por mes antes de la pandemia a cientos de miles ahora. En el artículo se señala que en Cleveland, el 94 por ciento de los pacientes con diabetes -área de responsabilidad del doctor Burguera- fueron atendidos prácticamente en abril.
Precisamente este asunto centra un 'paper' firmado por el facultativo español y sus colegas del Endocrinology and Metabolism Institute que se publicará el mes que viene en "Endocrinology practice" bajo el título "La necesidad y beneficios de la aplicación de la telemedicina en la práctica clínica".
En él se señala que para continuar brindando una atención óptima a los pacientes "tuvimos que adaptarnos muy rápidamente al nuevo entorno desafiante e implementar telemedicina / atención médica virtual", aprovechando la circunstancia de que "el manejo de la obesidad, la diabetes y la hipertensión se adapta bien al uso de la telemedicina".
Concluyen que el panorama de la telesalud ha cambiado porque se ha conseguido brindar atención segura al 90 por ciento de pacientes, además de reducir el riesgo de exponerles a ellos y a los sanitarios a la COVID-19.
Medidas extraordinarias
El artículo del New York Times sobre la vuelta a la normalidad hospitalaria admite y valora los cambios que trae consigo la extensión de la telemedicina, pero apunta que "no hay sustituto para la atención en persona para aquellos que están gravemente enfermos o que requieren intervenciones tempranas para afecciones potencialmente mortales".
El texto acaba haciendo un repaso de las nuevas formas de seguridad sanitaria. Así, lista una serie de medidas sin precedentes "como restringir las horas de visita, evaluar las temperaturas de los pacientes y cuidadores en las entradas, alentar a los empleados a trabajar desde casa siempre que sea posible, proporcionar espacios que permitan el distanciamiento social y requerir higiene de manos adecuada, así como etiqueta para la tos y enmascaramiento".
Concluyen el artículo aseverando que "el nuevo coronavirus no desaparecerá pronto, pero sus efectos secundarios sistémicos de miedo y atención diferida deben hacerlo".