La dieta atlántica reduciría significativamente la incidencia del síndrome metabólico y, con ello, el riesgo de sufrir enfermedades como la diabetes o la cardiopatía coronaria. Es la principal conclusión de un nuevo estudio que acaba de ser publicado en la revista científica JAMA Network y que está teniendo una gran repercusión en todo el mundo, especialmente en EE. UU. donde el Washington Post se ha interesado por este trabajo y ha entrevistado a la investigadora principal, la doctora Mar Calvo, del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela.
El equipo lo integran además los doctores Francisco Gude, Alfonso Javier Benítez, María Rosaura Leis (miembro de la Junta Directiva de Asomega) y Juan José Sánchez Castro, del Área de Gestión Integrada de Santiago de Compostela. También han colaborado los profesionales del Centro de Atención Primaria de A Estrada, que aportaron las 250 familias participantes.
Las familias se dividieron en dos grupos: uno continuó con sus menús habituales (grupo control) y en el otro se llevó a cabo una intervención para modificar hábitos nutricionales (grupo intervención). Las familias de este grupo recibieron sesiones educativas sobre nutrición, participaron en una clase de cocina dirigida por un chef local y recibieron material de apoyo, además de cestas de alimentos que contenían una variedad de productos de origen local típicos de la dieta tradicional atlántica.
Durante seis meses se evaluaron diversas variables para ver los efectos de una intervención nutricional basada en la dieta atlántica tradicional desde una doble perspectiva: la salud metabólica y la planetaria. "Estudiamos cómo un cambio hacia un patrón dietético tradicional, saludable y de origen local podría afectar a las enfermedades relacionadas con la salud metabólica y si ese cambio podría alterar la producción de gases de efecto invernadero", explica la Mar Calvo.
Es importante destacar que los estudios previos sobre el impacto medioambiental de las dietas se habían realizado desde una perspectiva exclusivamente teórica, no con datos de consumo de alimentos de personas en un contexto de vida real. "Nuestro trabajo es el primero que evalúa el consumo real de alimentos de las 250 familias participantes en el estudio, y lo hace mediante un ensayo clínico controlado, es decir, el diseño experimental que proporciona el mayor grado de evidencia científica en humanos. Esto no se había hecho hasta la fecha, de ahí la importante implicación de los resultados de nuestro trabajo", explica la investigadora.
En el cálculo de la huella de carbono de los alimentos consumidos por las familias colaboró el CRETUS Centre, de la Universidad de Santiago de Compostela, que cuenta con una amplia trayectoria en la investigación del impacto medioambiental del sector agroalimentario. Fue el personal de este centro quien analizó la huella de carbono de los todos alimentos consumidos por los participantes en el estudio. Pese a la reducción detectada, la muestra no permite alcanzar "significación estadística", pero abre nuevas vías de investigación.
En la salud metabólica, en cambio, sí se ha constatado un riesgo "significativamente menor" de desarrollar síndrome metabólico, y menos componentes del síndrome metabólico, en el grupo de intervención con respecto al de control.
El síndrome metabólico es un grupo de afecciones que, en conjunto, aumentan el riesgo de sufrir cardiopatía coronaria, diabetes, accidente cerebrovascular y otros problemas de salud graves. Actualmente afecta a una cuarta parte de la población adulta en el mundo, lo cual supone un grave problema de salud, pero también social.
De ahí la relevancia de este estudio, que ha demostrado el efecto positivo de la dieta atlántica sobre la incidencia de nuevos casos de síndrome metabólico. "Identificamos que la alineación con un patrón dietético saludable regional, la dieta atlántica, se asocia con menores factores de riesgo estrechamente asociados a la salud metabólica, como la obesidad central o los niveles de colesterol", explica Calvo.
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